viernes, 8 de abril de 2011

GERNIKA Y LA RESILIENCIA

En nuestra anterior intervención en este blog apuntamos que íbamos a dedicar todo el mes de abril a hablar de lo que rodea el bombardeo de Gernika, que sucedió un 26 de abril de 1937. Ese día, un lunes de mercado, aviones alemanes sobrevolaron Gernika y lanzaron bombas incendiarias sobre la población civil. Gernika quedó arrasada.

Desde Urune, queremos rendir homenaje y queremos reflexionar sobre la guerra, el dolor, la violencia y también sobre la curación.

Yo soy una persona que cree en el ser humano, a pesar de todo. Creo en la capacidad de las y los japoneses para sobreponerse día a día y desplegar enormes gestos de solidaridad. Se me ensombrece el alma cuando veo que la única solución que se nos ocurre para ayudar a Libia es bombardearla.

¿Es que no aprendemos de la experiencia? Yo soy de Gernika y cuando era pequeña preguntaba a mis abuelos, sobre todo a mis abuelas, sobre los días cercanos al bombardeo de aquel abril. Había cosas que no entendía pero se me quedaron grabados los rostros y gestos de dolor por la experiencia vivida.

Ahora sentimos que estamos lejos de vivir momentos tan terribles pero a cada paso nos encontramos con noticias que dicen lo contrario. Y es que pensándolo bien ha pasado muy poco tiempo y no sé si quienes formamos la sociedad de hoy en día hemos aprendido algo.

Y digo que creo en el ser humano. Prueba de ello es el descubrimiento de un autor maravilloso que habla de Resiliencia: Boris Cyrulnik. Por hacer una pequeña reseña biográfica puedo decir que este francés de padres judíos provenientes de Ucrania, vivió cuando era niño la pérdida de sus padres, que fueron asesinados en los campos nazis. Como otros huérfanos, fue refugiado en la Asistencia Pública y criado por varias familias. En 1944, fue el único superviviente de entre trescientas personas refugiadas en una sinagoga. Pisó una escuela por primera vez a los once años. Quince años más tarde se convertiría en neuropsiquiatra.

Hallar un sentido al sufrimiento extremo es, para este psiquiatra, psicoanalista y neurólogo, el motor de la resiliencia. Dice que una persona no vuelve a ser la misma tras un trauma “la huella está en el cuerpo, en el cerebro, en la memoria. Se puede retomar un buen desarrollo, a veces menos bueno, pero en todo caso distinto al que se hubiera tenido sin el trauma. Hablamos entonces de desarrollo resiliente. Eso es para mí la resiliencia: un nuevo desarrollo después de la agonía traumática”.

Leyendo a Boris Cyrulnik descubro que las personas somos capaces de cometer actos de una violencia terrible sin ser necesariamente mentes enfermas. Este autor dice que hay un  discurso perverso, el del narcisismo, el del clan, el de la persona solo para quien únicamente su deseo cuenta y para quien las otras personas no existen. Dice que es lo que ocurre con los narcisistas, los sádicos, los perversos sexuales y también todos aquellos hombres y mujeres, de estructura psicológica no perversa, que viven presos de culturas enfermas, como el fanatismo, el fascismo, el fundamentalismo religioso o la mafia, que consideran que solo cuenta el grupo, y que quienes están fuera de él no son verdaderos seres humanos, y por tanto, pueden ser destructivos sin culpabilidad alguna.

Plantea que en el otro polo tenemos el discurso de exploración, de encuentro: “Usted no piensa como yo, no profesa la misma religión y proviene de otra cultura… Es divertido, es interesante, es irritante pero ese es usted, el ser humano con una personalidad distinta a la mía. Puedo discutir con usted pero también deseo descubrirle”.

Otro aspecto que para mí es realmente importante desde este autor es que habla de crear culturas que posibiliten la resiliencia. Cyrulnik dice que “las culturas que dificultan o impiden la resiliencia son culturas con desarraigo, que no aportan un sentido a lo sucedido; en las que no se sabe de dónde procede uno; culturas del abandono, del “espabílate tú solo que yo tengo mi vida”, o bien culturas que entierran socialmente a sus heridos. Como ocurrió en Francia después de la guerra. A los heridos se les privó de la palabra: “ya se acabó todo”, “pensad en otra cosa”, “nosotros también sufrimos”, “no tenéis nada que decir”, “no os creemos”,… “

Deberíamos crear culturas que dan la palabra, “que le dicen a uno: “dime de dónde vienes, háblame de tus tradiciones, de los valores de tus padres, de tu cultura y yo te contaré la mía”. Eso ayuda a dar sentido a la herida”. Son culturas sostenedoras y en éstas, muchos heridos reemprenden un proceso de desarrollo resiliente.

Hace ya muchos años que Picasso recogió en una de sus grandes obras el horror de Gernika. Miro a mi alrededor y pienso en nuestra cultura. Gracias al esfuerzo de varias instituciones y organismos probablemente nos estemos acercando a una cultura cada vez más sostenedora, que da la palabra como dice Cyrulnik. Son muchas las personas supervivientes al bombardeo de Gernika que todavía viven y creo que es mucho lo que todavía pueden enseñarnos.

Aurkene Redondo

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