Es
frecuente el uso inadecuado que se hace de “los vascos y las vascas” pero, ¿Por
qué tanta vehemencia para criticar el esfuerzo que se hace en este sentido?
Trabajar
por desarrollar y utilizar un lenguaje inclusivo en las comunicaciones tanto
formales como informales de nuestras organizaciones es un aspecto más, a
trabajar dentro del amplio campo de la igualdad de oportunidades.
El
lenguaje, influido por nuestras actitudes y nuestra forma de percibir, influye
a su vez en el desarrollo de las personas, de nuestra identidad como mujeres y
hombres. En nuestro proceso de socialización, podríamos enumerar un sinfín de
estereotipos de género; es decir, de roles asignados tradicionalmente a unos y
a otras que constantemente se refuerzan a través del lenguaje.
No olvidemos que en la medida en que contribuye a interpretar la
realidad que nos rodea, el lenguaje, contribuye también a crearla y a
reforzarla. Así, “los directivos se reunieron” induce a visualizar mentalmente
a un grupo de señores vestidos de traje y corbata (la realidad es que es lo más
habitual a día de hoy en nuestras empresas), mientras que “el equipo de
dirección se reunió” deja la puerta abierta a mujeres directivas (crea la
posibilidad de pensar que hay y puede haber más de una realidad).
El poder del lenguaje es enorme porque precisamente, debido a su
carácter constructivo, también puede contribuir a cambiar la realidad. Y he
aquí la importancia de que tomemos conciencia de los sesgos del lenguaje. En
algunas ocasiones, el lenguaje
utilizado, oculta e incluso discrimina a las mujeres.
TOMAR CONCIENCIA es el primer paso que
habremos de dar.
El segundo, utilizar su poder “constructivo” para
VISIBILIZAR Y RECONOCER a las mujeres en nuestras comunicaciones.
Es suficiente analizar la comunicación interna y
externa de las organizaciones en sus diferentes canales y soportes para ver que
en la mayoría de ellos existe un uso androcéntrico del lenguaje; es decir, que
tiende a excluir o a hacer invisibles a las mujeres en la comunicación.
El sexismo tiene más que ver con la mente de quien habla que con
la estructura de la lengua. No hay lenguas sexistas sino un uso sexista de las
lenguas.
Por lo tanto, no olvidemos que un uso correcto y no
discriminatorio del lenguaje incide en la construcción social, teniendo la
capacidad de normativizar y extender una realidad más justa y equitativa.
Existen guías con recomendaciones para un uso inclusivo del
lenguaje (publicadas en desde las instituciones) que respetan la corrección del
lenguaje en cuanto gramática y sintaxis
y ofrecen versatilidad y alternativas suficientes como, por ejemplo, para poder
escribir este artículo utilizando un uso inclusivo el lenguaje sin que ello
signifique un obstáculo a la comprensión y calidad del mensaje.
Una persona que sabe mucho de esto me dijo que debemos abordar el
fomentar un uso inclusivo y no discriminatorio del lenguaje, sin “histerizar”,
con flexibilidad y tolerancia. Se trata de un proceso de aprendizaje y cambio
cultural y como tal, es lento y trabajoso.
Aurkene Redondo, 2009